El pasado 3 de julio se vivió uno de los casos más devastadores en las calles de A Coruña en España, con el tan sonado Caso Samuel.
El joven Samuel Luiz fue asesinado por un grupo de personas en una brutal golpiza, con el añadido de tener numerosos testigos e instigadores. Los hechos apuntan a que se trata de un delito de odio, al ser Luiz un hombre gay, pero las autoridades no han confirmado este calificativo.
Como todo caso de carácter viral, se ha desatado un fuerte debate sobre los elementos periféricos del evento, como estudios psicológicos de los atacantes y qué clase de elementos los llevaron a cometer este homicidio.
Todo menos lo evidente
El diario El País presentaron una extensa pieza que recopila visiones de catedráticos que buscan darle forma a los razonamientos de los atacantes.
Podemos ver como se intenta explicar como «la mentalidad de grupo» es capaz de apagar la mente de los atacantes, convirtiéndolos en una jauría de ataque en contra del enemigo percibido. Este fenómeno es genuino y ha existido por muchos años en la sociedad moderna, por lo que resulta llamativo sacarlo a colación en este caso como parte de una «visión de la juventud actual».
En el artículo se va en esta dirección, afirmando que la actitud de los homicidas de Samuel Luiz es una mezcla de numerosos componentes personales y sociales que llevaron a que tomaran una actitud agresiva y violenta.
No podían dejar sin comentar el tema del efecto que causan los videojuegos en la juventud, con expresiones como :
“A cualquier hora, los chicos tienen ante ellos series y juegos hiperviolentos a los que están enganchadísimos, como Fortnite”. “Se nos viene encima un problema enorme”, “la gente no va a saber qué es ficción y qué realidad”
Luis Alamancos para el diario El País de España
Esto tiene sentido desde el punto de vista de personas que ven desde la periferia este tipo de actos, cubiertos por el hecho de no estar en los rangos de edad y sin la comprensión adecuada de este tipo de situaciones. Dicho de manera más llana, es una versión renovada de «deben ser los nintendos» de toda la vida.
Con un traslado a redes sociales y chats de WhatsApp, así como a consumo ingente de bebidas alcohólicas, se hace un gran rodeo para llegar al caso del ataque a Samuel Luiz, para aparentemente evitar a toda costa el factor fundamental del caso.
Homofobia es la palabra

Si hay algo que la comunidad LGBTQIA+ tiene años denunciando y luchando en contra es la violencia que se recibe de parte de colectivos de odio en todas direcciones. En el artículo se hace un fuerte énfasis de que los atacantes “no son una banda de antigais”.
Un esfuerzo hercúleo de separar la homofobia de la cuestión a todo nivel, basándose en que, a pesar de los epítetos e insultos, el ataque provino de una percepción errónea de una situación.
Samuel, en medio de un facetime en la calle con sus amigas, fue percibido como si estuviera grabando a uno de los atacantes, que con su grupo y sus parejas estaban bebiendo en las calles. Sin atender razones, los atacantes le propinaron una golpiza, que acabó con su vida.

Es muy difícil explicar en la sociedad lo terriblemente común que es esta situación para las personas sexodiversas. Las agresiones a personas LGBTQIA+ son constantes, reales, persistentes y amparadas en gran medida por una sociedad que se rehúsa a verlas, prefiriendo hacer el rodeo en otras direcciones.
A la sociedad le sale más económico culpar a medios de entretenimiento o a contenido de redes sociales que a la homofobia. Es más razonable achacar la culpa a «pequeños tiranos» y a «padres que nos saben poner límites» que a las actitudes de las personas influenciadas por un odio específico.
A Samuel Luiz, cuyo emotivo altar levantado por quienes sienten su dolor y lamentan su muerte fue vandalizado este 23 de julio por grupos anti LGBT, no lo mataron las circunstancias sociales.
No lo mató Fortnite. No lo mató Twitter. No lo mató el botellón. No lo mató la cuarentena. Samuel Luiz fue asesinado por unos hombres que esperaban una excusa para dar rienda suelta a una víctima que ellos consideraran que no era como ellos, un hombre gay.
Estos hombres son criminales, cometieron un crimen de odio por el que deben pagar. Lo demás, es insignificante.